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Tal como lo aseguran varios de los análisis aquí recogidos, la actual crisis política en Honduras es continuación y consecuencia del 28 de junio de 2009, día en el que las Fuerzas Armadas depusieron al presidente electo Manuel Zelaya, obligándolo a abandonar el país. Ocho años después, las mismas fuerzas golpistas impidieron fraudulentamente el arribo al Ejecutivo del candidato electo alvador Nasralla en los comicios presidenciales de noviembre de 2017, perpetrando lo que el sociólogo hondureño Eugenio osa denomina un golpe electoral. Todos estos hechos han puesto a prueba el temple y la valentía del pueblo organizado de Honduras, que ha sabido mantener en alto, pese a la brutal represión, las banderas por el respeto a la voluntad popular expresada en las urnas, el retorno de la democracia, el cese de la corrupción y de la persecución a la oposición, la soberanía del territorio y, en definitiva, nada menos que la refundación de la nación. La contracara del sombrío panorama que hace difícil la vida y el ejercicio de las libertades en la sociedad hondureña es la fuerza de estos movimientos sociales diversos, capaces de llevar su hartazgo más allá del miedo en la lucha por un país que ofrezca dignidad y posibilidades. Como en diferentes lugares de Nuestra América y del mundo, en Argentina permanecemos en alarma y vigilantes ante la grave situación de Honduras. ea esta contribución editorial un mensaje de solidaridad y esperanza.
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Spanish
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