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Aún cuando sabemos que la construcción de lo democrático trasciende por mucho a los procesos electorales, es innegable que junto a la alternancia y la transmisión pacífica de poderes, la realización periódica de comicios constituye un elemento central para el mantenimiento de las democracias occidentales. En este sentido, se tiende a prestar más atención a los resultados derivados del conteo de los votos que a los procesos organizativos que hay antes, durante y después de las elecciones. Pero vale la pena detenerse un poco a pensar acerca de quiénes llevan a cabo esta tarea, que no es menor; sobre todo si se toma en cuenta la existencia de “democracias de baja intensidad” o de “democracias precarias”, como se ha denominado a los regímenes en los que las desigualdades económicas y las crisis de legitimidad han inhibido la participación plena de la ciudadanía. En nuestro país, la ciudadanización de los comicios electorales, allá por el lejano 1997, constituyó un logro fundamental de la sociedad civil organizada. No obstante, de unos años para acá, y sobre todo a partir de la reciente reforma política y electoral, la autonomía lograda en aquel entonces ha sido fuertemente cuestionada. La transformación del IFE en un Instituto Nacional implica más que un simple cambio de nomenclatura. Ante esta especie de semi-centralización, le preguntamos a nuestros invitados Joaquín Osorio y Álvaro Munguía: ¿cuáles son las consecuencias de esta transformación institucional en términos de la autonomía de los organismos electorales y de participación locales? ¿Qué retos y qué nuevas formas de colaboración interinstitucional surgen a partir de la realización de, por ejemplo, elecciones concurrentes, como las que tendrán lugar el próximo 7 de junio en Jalisco? Y por último, ¿la organización de los comicios electorales sigue siendo del dominio de la ciudadanía o se ha configurado una arquitectura institucional a modo de los partidos?
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